(Spanish below)

On January 31, Judge Jorge Douglas Ochoa of the Criminal Sentencing Court of the Department of Chiquimula sentenced a commissioner and two agents of the National Civil Police (PNC) for the crime of abuse of authority in the detention of journalist Norma Sancir, who was covering a demonstration of the Chortís communities in Camotán.

Nine years after the events occurred, Norma received justice for the acts committed against her. The judge imposed a sentence of three years and nine months of commutable prison on Commissioner Ceferino Salquil and two years and six months of commutable prison on the two PNC agents.

The Center for Legal Action on Human Rights (CALDH), Norma’s legal advisor and plaintiff in this process, expressed that this ruling is of great importance and significance for our country for Freedom of Expression, which in recent years has been harshly attacked and criminalized, and for community journalism. Read CALDH’s full statement here.

Ilustration of Norma delcaring befor the judge, below the info of the court hearing

Credit: CALDH

NISGUA stands in solidarity with journalist Norma Sancir and her unwavering commitment to the right of the peoples to communicate and exercise journalism that truly serves their communities.

Norma represents the journalism that is done for and by the peoples, in contrast to the corporate journalism that often prioritizes profit over truth. We recognize the vital role of community journalism in shedding light on the dispossession of territories, a reality that communication monopolies often hide from the public eye.

We cannot overlook the unique challenges and double standards faced by Indigenous women journalists. They confront not only the same obstacles as their male counterparts, but also societal expectations, racial and gender biases that seek to undermine their work.

As well, we cannot underestimate the significance of Norma’s case at this crucial juncture. This attack on her freedom of expression is not an isolated incident,  it is not only an example of police brutality, but rather part of a larger pattern aimed at silencing journalists who dare to question those in power.The criminalization of journalists poses a severe threat to the principles of democracy and human rights.

We hope that the sentence in her case helps to keep accountable those who seek to suppress the invaluable work of journalists. 

El 31 de enero, el juez Jorge Douglas Ochoa, del Tribunal de Sentencia Penal del Departamento de Chiquimula, condenó a un comisionado y a dos agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) por el delito de abuso de autoridad en la detención de la periodista Norma Sancir, quien cubría una manifestación de las comunidades chortís en Camotán.

Nueve años después de ocurridos los hechos, Norma recibió justicia por los actos cometidos en su contra. El juez impuso una pena de tres años y nueve meses de prisión conmutable al comisionado Ceferino Salquil y dos años y seis meses de prisión conmutable a los dos agentes de la PNC.

El Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos (CALDH), asesor legal de Norma y querellante en este proceso, expresó que esta sentencia es de gran importancia y trascendencia para nuestro país para la Libertad de Expresión, que en los últimos años ha sido duramente atacada y criminalizada, y para el periodismo comunitario. Lea la declaración completa de CALDH aquí.

Ilustration of Norma delcaring befor the judge, below the info of the court hearing

Crédito de la imagen: CALDH

NISGUA se solidariza con la periodista Norma Sancir y su inquebrantable compromiso con el derecho de los pueblos a comunicar y ejercer un periodismo en servicio a las comunidades.El trabajo de Norma representa el periodismo que se hace por y para los pueblos, en contraste con el periodismo corporativo que a menudo prioriza el lucro sobre la verdad. Reconocemos el papel vital del periodismo comunitario a la hora de arrojar luz sobre el despojo de los territorios, realidad que los monopolios de la comunicación suelen ocultar a la opinión pública.

No podemos pasar por alto los retos únicos y la doble moral a la que se enfrentan las mujeres periodistas indígenas. No sólo se enfrentan a los mismos obstáculos que sus pares masculinos, sino también a las expectativas sociales y a los prejuicios raciales y de género que tratan de socavar su trabajo.

Además, no podemos subestimar la importancia del caso de Norma en esta coyuntura crucial. El ataque a su libertad de expresión no es un incidente aislado que muestra la brutalidad policial, sino que forma parte de un patrón más amplio dirigido a silenciar a los periodistas que se atreven a cuestionar a quienes ostentan el poder. La criminalización de los periodistas supone una grave amenaza para los principios de la democracia y los derechos humanos.

Esperamos que la sentencia dictada en su caso contribuya a responsabilizar a quienes pretenden suprimir la inestimable labor de los periodistas.