Oli (elle) ex internacionalista de NISGUA escribió esta actualización durante su tiempo como voluntarie con NISGUA. ¡Lee y disfruta!
Querida comunidad,
Estoy de nuevo en Guatemala por una segunda estancia como acompañante. Algunas de las luchas que acompañaba cuando estaba aquí la última vez en 2018-19 han logrado sus metas, o han tenido éxito por ahora, y es debido a la persistencia de las, los, y les defensores de la tierra aquí. Siento alivio por eso, y a la vez siento mucha preocupación sobre las maneras en las cuales la coyuntura ha cambiado en 4 años — los niveles de corrupción y la cooptación total del sistema judicial por elites y ex militares puede hacer que se sienta imposible la justicia en estas condiciones. Pero yo se que las personas que acompañamos no estarían de acuerdo conmigo — un compa nos dijo recientemente, en respuesta a una pregunta sobre sus planes futuros:
“No tenemos prisa. Nuestros procesos son de generaciones — sabemos que las cosas quizás no cambiarán por completo durante nuestras vidas pero no podemos esperar que el proceso vaya en una línea recta. Los seres humanos no nos movemos así — movemos en forma de espiral.”
Mi corazón ha estado abrumado con las noticias de EEUU: el asesinato por policía de Tyre Nichols, propuestas de leyes anti-trans que se multiplica de estado a estado, el desencarrilamiento tóxico y evitable en East Palestine, OH. La historia de les defensores del bosque Weelaunee (enlace disponible en inglés) en Atlanta y el asesinato de Tortuguita (Manuel Esteban Paez Terán) ha estado especialmente presente conmigo. Lo siento muy cerca de mí. Quiero dedicar el resto de esta carta a Tortuguita y como su asesinato a manos de la policía me da un nuevo entendimiento de luchas por defensa del territorio en muchas partes del mundo. (Aqui, en inglés, un articulo muy bueno y largo sobre el movimiento Stop Cop City desde Crimethinc.
Policías del condado Dekalb County, y el estado de Georgia y equipos SWAT dejando su puesto de comandante en Atlanta, subidos en un tanque. Foto: Rolling Stone, 18 de enero 2023.
Estar en el mundo de luchas de Guatemala me da un marco diferente a través del cual entender el asesinato de Tortuguita. Aquí, como en otros países latinoamericanos, defensores de la tierra han sido asesinades por policías, seguridad privada, y militares, y en Guatemala donde las memorias de masacres durante el Conflicto Armado Interno están muy presentes — donde, por ejemplo, comunidades enteras de pueblos Indígenas fueron masacradas y desplazadas (enlace disponible en inglés) de sus tierras para dar vía a la Represa Chixoy — el riesgo fatal del ser defensor/a es dolorosamente claro.
Veo un patrón que conecta las amenazas que viven defensores de la tierra aquí a la militarización que enfrenta el movimiento Stop Cop City en territorios Muskogee en Georgia.
En su raíz, la confrontación es esa: los que ven a la tierra como recurso para manipular para ganancia, o explotar para alguna meta de muerte, están en un curso de colisión con personas quienes han decidido alinear sus cuerpos con la creencia que hay valor inmensurable en que un bosque siga siendo bosque. En que un río siga siendo río. Defensores de la tierra y territorio son personas que utilizan sus cuerpos para defender la tierra y para defender el derecho de la comunidad a seguir en relación ininterrumpida con la tierra; en parte basándose en el cálculo que los cuerpos humanos tienen un nivel de derechos, respeto, y soberanía que nuestras sociedades no conceden a los bosques o a los ríos. Esas personas ocupan un lugar como el Bosque Weelaunee o el sitio propuesto del oleoducto Dakota Access, o en el caso de algunos defensores de la tierra en Guate, simplemente existen en sus territorios (se reúnen con vecinos, cuidan a su milpa), en sitios donde alguna compañía quiere construir una mina o una represa. Pero cada vez más, el respeto por la vida de esas personas pierde en una batalla con fines de lucro, con capital, con la inversión privada o en el caso de Tortuguita, con la alarmante militarización de la policía y su búsqueda de controlar la población mayoritariamente Negra de Atlanta con una violencia más practicada y dotada de recursos.
¿Porque, en esa situación, es la vida la cosa negociable? ¿Porque, cuando estas dos fuerzas se enfrentan, es la vida de Tortuguita la fuerza que se doble y que muere?
Hay muchas maneras en las cuales la cultura dominante de EEUU no valora la vida — se ve más claramente en los asesinatos constantes de personas Negras a manos de la policía y la ineptitud completa ante más y más tiroteos masivos cada año. Estar tan cercano a ese contexto durante toda mi vida puede hacer que sea difícil ver otras alternativas. En Guate, hay vistazos de vías alternativas – otras maneras de practicar la seguridad comunitaria, como en comunidades indígenas en los altiplanos donde hacen jornadas comunitarias cada sábado durante los cuales todas las familias ayudan a limpiar la carretera, removiendo piedras de los caminos para hacerlo más seguro manejar. Veo miradas de otras maneras de pertenecer a un lugar — en las cosmovisiones de pueblos indígenas quienes se relatan al agua como un ser vivo quien es el sujeto de derechos. Sé que también esos ejemplos abundan en EEUU, yo los encuentro aquí también.
Estas otras maneras de ver al mundo representan una amenaza tan fuerte a los intereses de la inversión privada, a los ricos quienes tienen el estado Guatemalteco cooptado, a la economía estadounidense que es diseñada solo para crecer, y explotar y consumir todo lo que encuentra en su camino — que la respuesta es la represión violenta (video disponible en inglés) y la criminalización. Eso ha sido el caso con muchos mundos alternativos que se han intentado construir dentro de EEUU por generaciones (enlaces disponibles en inglés): Tulsa, Rosewood, las Panteras Negras, el movimiento de Poder Rojo, etc.
Afiche memorial para Tort. Imagen: JustSeeds
La criminalización, que es un paralelo fuerte entre les defensores del bosque Weelaunee y las defensoras de la tierra en Guatemala, es el señalar a líderes, lideresas y movimientos a través de la narrativa y la acción legal; llamarles terroristas, peligrosos, decir que representan amenazas a la sociedad, y en algunos casos acusarles por delitos que caracterizan erróneamente y de manera exagerada sus acciones reales. (Las personas defensoras del bosque Weelaunee son acusadas del terrorismo (enlace disponible en inglés) por ocupar al bosque. Líderes indígenas en Guatemala han sido acusados de secuestro por haberse reunido con sus alcaldes locales.)
La criminalización de defensores de la tierra es una táctica de alienación. Sirve para hacer que nuestros cuerpos olviden lo que necesitan para sobrevivir. Sirve para hacer que nuestros cuerpos olviden lo que saben sobre otros cuerpos: que son frágiles y sagrados. Que necesitan agua. Que necesitan oxígeno, que producen los árboles. Que necesitan bosques, que son una de las protecciones más importantes ante los impactos graves del cambio climático. Definitivamente no necesitan la policía con tanques y armas automáticas. No necesitan proyectos de inversión privada que enriquecen a los ricos y desplazan a pueblos indígenas de sus tierras ancestrales. Hay que retorcer tanto la narrativa sobre les defensores de la tierra — son terroristas, rompen la/ el orden pública, no cumplen las normas, representan un peligro — para empujarnos a alinearnos más con los ideales abstractos de estabilidad y crecimiento económico que con verdaderos seres humanos y la necesidad intuitiva que tenemos para agua y aire. Tienen que usar el miedo para separarnos de nuestres mismes.
Si queremos escapar de esta trampa, tenemos que sentir nuestras conexiones con el bosque Weelaunee, con el río Mississippi, con el Lago Superior, con la selva amazónica, con el río Ohio, con el Lago Izabal y el Río Cuilco -y entre nosotres- más de lo que sentimos una conexión con los objetivos de la policía o de los inversores privados de la compañía eléctrica. En ese sentido, les defensores del medio ambiente y otres que defienden la vida son muy amenazantes: para el beneficio, para el capital, para el crecimiento. Porque hay que poner en peligro la vida para proteger esas cosas. Y hay que amenazar esas cosas para proteger la vida.
No hay otra vida para Tortuguita o para Topacio Reynoso (enlace disponible en inglés) o para Tyre Nichols. No hay formas de reemplazar lo que hace un bosque una vez que lo derribas. Siempre hay otras formas de mantenernos a salvo, de encender las luces. No tiene por qué ser así.
Un monumento en memoria de Topacio Reynoso, activista anti minería de 16 años de Jalapa, Guatemala, asesinada en 2014. Crédito: Rompiendo el Silencio
Empiezo a saber más visceralmente lo que gran parte del mundo ya sabe: la vida es lo innegociable. Los beneficios pueden doblarse y romperse, los proyectos pueden estancarse y fracasar, la policía puede disolverse y dejar descansar sus siglos de terror, pero la vida no es lo que primero se rompe. La vida es sagrada.
Duele vivir en un mundo que no sabe esto. Que sigue matando gente dando prioridad al dinero y al “desarrollo”. Para mí, este es parte del porqué de establecer conexiones con las luchas guatemaltecas. Aquí, hay comunidades que saben que la vida no es negociable, y tienen formas de vivir y actuar en base a ese conocimiento de las que quiero seguir aprendiendo mientras viva.
Están llamando al asesinato de Tortuguita el primer asesinato de un defensor del medio ambiente a manos de la policía en suelo estadounidense. Para mí es una oportunidad de vernos a nosotres mismes en la continuidad de la violencia contra la tierra en otros lugares, y de ver el lugar que nos corresponde en la continuidad de la defensa de la tierra: ya estamos luchando las mismas batallas.
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