La internacionalista Greta (elle/ella) escribió esta carta en septiembre de 2024 y la revisó en marzo de 2025.

Hoy quiero escribirles sobre organización intergeneracional, la formación de comunidad campesina, conexión con la tierra y lo que se necesita para sostener un movimiento durante casi dos décadas. Estos aprendizajes se han colado durante mis viajes de acompañamiento a los departamentos de Jalapa y Santa Rosa para visitar al pueblo Xinka, que lleva diecisiete años resistiendo a la mina de plata El Escobal.

La Receta

Un poco de contexto. Guatemala es Estado plurinacional de pueblos indígenas: 22 pueblos Mayas, cada uno con su propio idioma y cultura; el pueblo Garífuna, cuyos antepasados eran africanes libres e indígenas caribeñes; y el pueblo Xinka, que según historiadores podría haber migrado al suroriente de Guatemala originalmente del México precolombino o de los Andes. Colonizadores españoles reclutaron a Xinkas como mano de obra forzada y desalojaron muchos de sus territorios para trabajar en minas hondureñas, panameñas y peruanas (otra instancia de minas que amenazan las formas de vida Xinkas), y desde entonces han sido objeto de desposesión cultural y lingüística. El pueblo Xinka está en un proceso activo de recuperación de su idioma y patrimonio. Para aprender más, recomiendo estos dos episodios de podcast del Colectivo Anpük, un proyecto de comunicación comunitaria por y para el pueblo Xinka.

La identidad Xinka está fuertemente vinculada a la tierra —la mayoría de familias se ganan la vida sembrando café para el comercio y cultivando la milpa, los frijoles y varios animales para subsistir— y el agua, sagrada en su espiritualidad. Cuando la empresa minera estadounidense-canadiense Tahoe Resources obtuvo licencia para buscar oro, plata, níquel y otros minerales en el municipio de San Rafael Las Flores en 2007, las comunidades de los alrededores supieron que amenazaría estas fuentes de la vida. Tahoe Resources (que cerró para evitar litigios y vendió la mina a la compañía canadiense Pan American Silver en 2019) no llevó a cabo una consulta comunitaria, un proceso de referéndum garantizado por la ley internacional antes de la operación de un proyecto extractivo en tierra indígena, alegando una narrativa de borrado del pueblo Xinka de que no había pueblo indígena allá. Qué equivocados estaban.

Desde 2010, el pueblo Xinka en los departamentos de Santa Rosa, Jalapa y Jutiapa ha lanzado una campaña para afirmar su identidad indígena a pesar de que la empresa sigue negándola. Una autoridad ancestral Xinka me contó que “la única cosa buena” que trajo la mina es que organizarse contra ella les ha fortalecido como pueblo. Tres veces solicitaron a la junta municipal una consulta comunitaria y todas fueron rechazadas, entonces ejercieron su soberanía política a lo grande realizando sus propias consultas municipales en más de una docena de comunidades afectadas. Todas rechazaron a la mina por un margen de 93-100%. Organizaron protestas, servicios religiosos y acciones directas; el gobierno respondió con detenciones y en 2013 declaró un estado de sitio. Protectores del agua Xinkas recuerdan este tiempo como una época de presencia militar intensificada, criminalización y violencia, que llegó a su punto álgido en 2014 con el asesinato de Topacio Reynoso Pacheco, una joven de 16 años. Diez años después, su legado y la falta de justicia por su asesinato todavía se sienten profundamente. ¡Topacio presente!

Aún así, el pueblo Xinka continuó con fuerza en su lucha y empezaron a conseguir algunas victorias considerables. En 2017 la Corte Suprema de la Justicia dictaminó que la mina El Escobal suspendiera sus operaciones por vulnerar el derecho del pueblo Xinka a una consulta comunitaria. ¡¡Esooo!! En respuesta, el pueblo estableció resistencias de 24 horas en los municipios de Casillas y Mataquescuintla, que detienen por un momento a los camiones que se dirigen a la mina para asegurarse de que cumplen con la suspensión. En 2024, las dos resistencias celebraron su séptimo aniversario de integrantes de las comunidades tomando turnos de 24 horas y trabajando juntes para proveer comida, alojamiento y transporte para que esto fuera posible. Quiero resaltar que esta parte del trabajo doméstico normalmente lo hacen las mujeres del movimiento, muchas veces con mínimo reconocimiento público.

Victoria número dos: En 2018, la Corte de la Constitucionalidad ordenó al Gobierno de Guatemala, por primera vez en la historia del país, que realice una consulta comunitaria… y siete años después, finalmente, está dando sus frutos. El primer paso en el proceso fue la devolución, en la que los líderes presentaron los impactos ambientales y de salud pública de la mina, estudiados tanto por organismos estatales como les propies jóvenes científiques de la comunidad. Su monitoreo mostró niveles altos de arsénico, plomo y otros metales pesados en el agua, los cuales ascienden por la cadena alimentaria desde los peces hasta los seres humanos; un descenso de cien metros en el nivel del agua entre 2013 y 2023, que significa que la gente tuvo que construir pozos donde antes podían usar manantiales naturales; y una alta prevalencia de cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes, todas las cuales pueden estar vinculadas a la contaminación del agua. Después de la devolución viene la consulta sobre si se permitirá o no el funcionamiento de la mina. ¡Sigan atentes a los resultados y los próximos pasos!

Los Ingredientes

Entonces ¿cómo se ha sostenido la resistencia contra la mina El Escobal a través de tantos años, etapas, retos y retrasos? He formulado algunas teorías durante mis visitas al territorio que quiero compartir con ustedes. Son solo algunos de los muchos ingredientes que creo que son esenciales para este movimiento y que todes podemos incorporar en nuestras propias luchas.

1. La integración de la resistencia y la vida diaria

La primera cosa que me impresionó cuando bajé de la camioneta y me adentré en la resistencia fue lo normal que se sintió. No una protesta dramática ni una gran sede, solo una modesta propiedad al lado del camino donde diez miembros de la familia, de ocho años en adelante, platicaban, jugaban a las cartas y preparaban el almuerzo. Nos compartieron la logística de su viaje mensual desde su aldea algo lejana para cubrir su turno. Con elles y con casi todes que conocí, noté que sus vidas parecían compuestas primariamente de tres elementos entrelazados: trabajo, familia y lucha contra esta maldita mina. He visto este tipo de compromiso entre mis amigues, la mayoría de nosotres veinteañeres que podemos darnos el lujo de construir nuestra vida en torno a la organización y contestar preguntas como “¿pero porque no has conseguido trabajo de verdad todavía?” de les padres de les demás. Pero estas personas tienen trabajos verdaderos, trabajos difíciles que requieren mucho tiempo; tienen niñes y ancianes a quien cuidar; y lo más probable es que les padres de sus amigues sean las personas que vengan para tomar el próximo turno de la resistencia. Han construído un movimiento que puede sostener y coexistir con una vida plena y gratificante en vez de consumirla. No es poca cosa en un movimiento que ha sido altamente criminalizado y violentado por el Estado, la mina y personas de las propias comunidades. La clave es cómo se apoyan les defensores Xinkas de la tierra entre elles.

2. La comunidad intergeneracional

Si hablamos de ingredientes, éste es el aglutinante que mantiene unido nuestro pastel metafórico. Una de las lamentaciones más comunes en las comunidades de izquierda a las que pertenecía en Minneapolis es, “¿dónde están todes les ancianes del movimiento?”. Entonces imagínate mi deleite cuando, una noche en la cena, el papá de nuestro anfitrión, un autoridad ancestral del pueblo Xinka, vino de la casa de al lado y se sentó. Nos compartió historias de sus años luchando contra la mina y preguntó nuestra opinión en una cuestión que le ha estado molestando. Y cuando mi compañere internacionalista ofreció una sugerencia que le gustó, la tomó.

La organización y el intercambio de ideas de manera intergeneracional hacen posible la longevidad de los movimientos. Reuniones en que padres pueden traer a sus hijes y escuchar que pensaron en el jalón a casa; cuerpos organizados que equilibran la experiencia de ancianes con la percepción de jóvenes; proyectos como el de les científiques comunitaries que fomentan conexiones y aprendizaje entre generaciones y refuerzan autonomía en les jóvenes. Aún más, la mera estructura de comunidades Xinkas, con sus autoridades ancestrales y familias más-que-nucleares, les da fortaleza interna.

3. La conexión a la tierra

La mejor parte de visitar el territorio Xinka es el café. O lo sería, si mi cuerpo no reaccionara a la cafeína vibrando incesablemente y dándome la disposición de una niña de cuatro años y manteniéndome despierta toda la noche. Afortunadamente, mis anfitriones han sido lo suficientemente amables como para seguir hablándome cuando, con tristeza, rechazo sus ofertas de café con la cena. Una familia incluso me ofreció un té hecho con las cáscaras de los granos de café, que desde entonces se ha convertido en un básico de mi cocina.

Una rama con granos verdes claros está en el centro de la foto, con hojas verdes oscuraos alrededor.

Granos de café maduran en la planta. Foto por Internacionalista de NISGUA. Noviembre 2024

Aunque no pueda apreciar completamente el café como bebida, estoy aprendiendo a amarlo como planta y como forma de vida. La mañana después de mi vergonzoso rechazo al café, mi anfitrión aún se dignó a darme un recorrido por su cafetal, un bosque abundante lleno no solo de plantas de café, sino también de plátanos, limones y una lagartija cuya foto está abajo. Estaba claro que para él, cuidar el café significaba cuidar la tierra. Me impresionó su profunda sensibilidad ante los impactos del cambio climático en la producción de café: las temporadas más calientes y secas reducen los rendimientos, por lo que está reemplazando sus cultivos con una variedad híbrida que combina la resistencia al calor de los cultivos etíopes con el sabor característico de Guatemala. También compartió que elige producir café natural, en lugar del método lavado más común, para conservar el agua y resaltar el sabor original de la planta.

Como crecí en el estado campesino de Vermont, recogiendo mis propias verduras y frutasen granjas locales, observando cómo los patrones climáticos afectan los cultivos y comprometiéndome a proteger mi querido entorno rural tras aprender sobre el cambio climático, me sentí como en casa. Pude ver claramente que la motivación de mi anfitrión para cerrar la mina provenía de su conexión con la tierra. Cuando algo pone en peligro a los seres que sustentan tu vida, no tienes otra opción que luchar. Ver esa interdependencia y reciprocidad me recordó una vez más la importancia de que los movimientos sociales se arraiguen en su territorio.

Una iguana café-verde se siente en la hoja de una planta verde, con raíces abajo y más plantas en el fondo.

Una iguana pasa el tiempo en un cafetal. Foto por Internacionalista de NISGUA. Agosto 2024

   4. La fe arraigada

El catolicismo tejido firmemente en la resistencia Xinka ha sido el elemento más complicado de entender para mí. Pertenezco a una familia mixta judío-protestante, no creo en el Dios que predican ninguna de estas religiones , pero estoy comprometida a aprender de ambas tradiciones mientras determino mi propia espiritualidad. La mayoría de personas del pueblo Xinka que conocí, en contraste, aterrizan su lucha decididamente en la iglesia católica y la teología de la liberación (aunque no siempre la llamen así). A pesar de mi escepticismo hacia el catolicismo, las personas que visito me han ayudado a ver los matices y el valor de su fe. Una de mis anfitrionas me dijo que luchar contra la mina es su manera de proteger el bien común que enseña el catolicismo. Otra siempre se refería a Dios cuando especulábamos sobre el futuro del movimiento. “Dios quiera que la mina cierre,” decía, o, “seguiremos andando con Dios.” En vez de verlo como negando su propia agencia, comencé a entender que ella cree que puede llevar a cabo la voluntad de Dios y que esta fe la motiva a seguir.

Mi propia fe se ve diferente. En vez de Dios, se centra en la conexión intrínseca entre todos los seres vivos y en el potencial de nuestra interdependencia para crear otros mundos. Pero sí es también lo que me anima cuando nuestro trabajo se siente demasiado desalentador o nuestres enemigues demasiado poderoses. Es la razón por la que busco espacios judíos antisionistas y experiencias de baile espirituales y celebraciones festivas con mi familia y mi comunidad. Estoy llegando a creer que sostener nuestras formas de fe propiamente articuladas, dondequiera que se encuentren en el espectro de lo religioso a lo secular, es clave para sostener nuestros movimientos.

Arriba hay una arca con plantas colgando, enmarcando un cielo azul con nubes, un parque central con otros arcos verdes y una iglesia blanca con revestimiento azul y dos campanarios con cúpula.

Una iglesia católica en un centro en Santa Rosa. Foto por Internacionalista de NISGUA. Octubre 2024

5. La infraestructura institucional

He escuchado un análisis de que los movimientos se dividen en “luchar contra lo malo” y “construir lo bueno” y he observado muchas maneras en las que este movimiento está haciendo ambas cosas. Ese primer día en la resistencia, une de nuestres anfitriones nos compartió que los plantones en sí han reducido el crimen y la violencia sexual en los barrios donde están, preparando el camino para que abran negocios pequeños y para que las mujeres puedan habitar el espacio público más libremente. Casi me reí de alegría ante una manifestación tan clara del dicho “nosotres nos mantenemos segures”. Los campamentos de resistencia crean infraestructura que mejora la comunidad. Así como el proyecto de monitoreo de agua, capacitando a jóvenes en ciencias medioambientales; una cooperativa llamada Café Xinka que caficultores en el movimiento lanzaron para vender su producto colectivamente a un precio justo; y el esfuerzo por afirmar la identidad Xinka y fortalecer prácticas ancestrales que ha respaldado toda la lucha. Una cantidad innumerable de personas que he conocido me han dicho que, aún después de que logren parar la mina, van a continuar en la lucha. Van a continuar luchando contra la tala ilegal de árboles en sus comunidades, revitalizando su idioma Xinka, fortaleciendo los derechos de las mujeres y protegiendo la salud pública. Estoy muy emocionada al ver cuales movimientos surgirán a partir de la sólida base que ha creado el pueblo Xinka.

Y cuando surjan, NISGUA continuará de pie con ellos. Porque ese es otro elemento de la infraestructura institucional que ayuda a sostener los movimientos: la solidaridad internacional. Estoy aprendiendo que esto significa más que los vínculos organizacionales entre NISGUA y la resistencia Xinka. Significa relaciones personales cercanas que se forman entre internacionalistas como yo y les contrapartes que acompañamos. Después de mi primera visita a la resistencia, un integrante del turno saliente nos ofreció jalón a nuestra próxima parada. Después de cargar nuestras maletas en su picop, agradecidas, empezó a contarle a mi compañera de NISGUA sobre una aldea más alta en la montaña y ofreció mostrarnos el lugar. Ella se volvió hacia mí. “Si no está demasiado fuera de su camino”, coincidí.

Resultó que estaba fuera del camino, y  bastante. Pero a él no le importó para nada. Parecía que estaba animado por su amor por su tierra natal y sus ganas de compartirla con nosotras. Y, supongo, un deseo de pasar un poco más de tiempo acompañado. Entonces esto es parte del internacionalismo, pensé. Manejando por la montaña, platicando. Parando para disfrutar de la vista.

A la izquierda, tres personas caminan en una fila en un camino de tierra sombreado por árboles. A su derecha hay una casa blanca con un techo de lámina y en el fondo hay un cielo azul con nubes blancas.

NISGUA y contrapartes caminan juntes a una visita de acompañamiento en Santa Rosa. Foto por Internacionalista de NISGUA. Octubre 2024

¿Y después? Continuar hablando de las luchas. Para traerlas a la vista pública e internacional, para motivar a les organizadores a continuar, para disminuir el nivel de riesgo que enfrentan, para aplicar las lecciones aprendidas a otros movimientos de liberación. Si el pueblo Xinka puede sostener su lucha a través de tanto tiempo, ¿por qué nosotres no podemos hacer lo mismo? Especialmente dentro de los denominados Estados Unidos, he visto campañas de todo tipo, incluso de defensa del territorio, perder su fuerza con los años. Si aprendemos de las personas que saben cómo mantenerla, no tendría porqué ser así.