Oli (elle) ex internacionalista de NISGUA y compa para siempre, escribió esto después de su segunda estancia como voluntarie en Guatemala con NISGUA.
Durante mi primera semana de vuelta a casa en Filadelfia después de estar como acompañante en Guatemala, terminé el libro “Let The Record Show de Sarah Schulman” sobre ACT UP y el activismo contra el SIDA en Nueva York en los años 80 y 90. Leer ese libro me politizó de nuevas maneras y estoy muy agradecide por el puente que hizo entre Guate y aquí. Estoy haciendo un fanzine sobre él, así que esta carta es una especie de primera pasada en esos pensamientos.
Let the Record Show es el primer libro que leo sobre la historia del sida, aunque desde que me mudé a Filadelfia he ido recogiendo fragmentos e hilos de la historia de la epidemia del sida en exposiciones de arte y en talleres. (Antes de eso, no recuerdo haber aprendido mucho sobre el tema). Aprender sobre la negligencia del gobierno hacia las personas VIH+ en Estados Unidos me llevó inesperadamente a una nueva comprensión del terror dirigido por el Estado en Guatemala; no necesariamente porque las acciones del Estado se parezcan, sino porque los movimientos populares que luchan por la vida en ambos casos sí lo hacen.
Portada del libro de Sarah Schulman “Let the Record Show. A political history of Act Up New York 1987-1993”
Siempre me ha impactado mucho estar en espacios en Guatemala que están llenos de personas que sobrevivieron al Conflicto Armado Interno y a quienes les arrebataron familiares durante el mismo. El peso de las personas queridas ausentes es tan grande que abruma. Es casi imposible conocer a alguien en Guatemala cuya familia no se haya visto afectada por el Conflicto Armado Interno (instigado por un golpe de Estado respaldado por Estados Unidos en 1956), y las calles de la ciudad están empapeladas con imágenes de personas torturadas, desaparecidas y asesinadas: estudiantes, líderes sindicales, campesinos, padres, hermanos. Estas imágenes son pegadas por colectivos políticos como HIJOS que se niegan a olvidarlos o a perdonar al estado por sus muertes, tomando el espacio público con sus imágenes e historias, a menudo exigiendo saber, ¿DONDE ESTAN? / ¿DÓNDE ESTÁN?
Foto por HIJXS Guatemala. Junio 2021
En “Let the Record Show”, les entrevistades que fueron miembros de ACT UP recuerdan a innumerables amigues y compañeres muertos. A veces les parece muy importante limitarse a mencionar nombres, a veces incluyen un recuerdo destacado o algún detalle que quieren que se recuerde, a veces hablan párrafos. Después de escuchar las 28 horas del audiolibro, había oído cientos de nombres y versiones truncadas de estas historias: vidas que acabaron muy jóvenes, muchos de elles empleando sus últimas energías vitales para intentar convencer u obligar al gobierno, a la FDA y al CDC a tomarse en serio la epidemia de sida, a acelerar los ensayos farmacológicos, a ampliar la definición de sida para incluir a las mujeres (que durante mucho tiempo no cumplieron los requisitos para participar en los ensayos farmacológicos hasta que ACT UP consiguió cambiar la definición oficial) y, en resumen, a tratarlas como seres humanos.
Es reconfortante recordar que esto no fue hace tanto tiempo, y que los ataques antitrans que estamos viviendo ahora forman parte de una larga cadena de violencia. La implacabilidad de ACT UP, y su brillante diversidad de tácticas y visiones, me hace preguntarme cómo puedo tener menos dudas y menos miedo a perder. A medida que aprendo sobre estas personas que deberían seguir vivas, descubro una generación de compas queer sin la que el mundo está tan mermado. Aprendo a echar de menos algo que ni siquiera sabía que no tenía.
Esta experiencia me ha llevado a un nuevo tipo de empatía con esos espacios de Guatemala que están llenos de fantasmas y legados de personas a las que el gobierno les quitó la vida. Me ayuda a entender mejor la naturaleza radical de la insistencia en la memoria – estoy viviendo las consecuencias de que nunca me enseñaron la historia queer en la escuela, y me enteré de mis fantasmas casi por accidente. En Guate, como aquí, mucha gente entiende que enseñar historia real es necesario para que entendamos el mundo, y que insistir en recordar a nuestros parientes muertos -de sangre y de otro tipo- es importante para la orientación de los vivos y un acto material de justicia para los muertos. MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA es un estribillo común en Guatemala: una etiqueta de graffiti, una llamada a la acción, un recordatorio de que los guatemaltecos saben lo que se merecen y seguirán luchando por ello.
Foto por: Oli. Internacionalista 2023
Quiero terminar compartiendo dos obras de arte. Una es un mensaje pintado con aerosol por el que pasaba cada vez que iba a la lavandería en Ciudad de Guatemala: está en la pared de un parque de la zona 2. Dice: MEMORIA ES JUSTICIA PARA NUESTRXS ABUELXS. Este mensaje me llamaba la atención cada vez que llevaba la ropa sucia y las sábanas a la lavandería, y cada vez que llevaba la limpia de vuelta a casa. Al principio, la memoria no me parecía algo material o satisfactorio. La memoria era una herramienta utilizada para ganar las verdaderas cosas materiales: juicios, exhumaciones e identificación de restos, admisiones de responsabilidad, leyes, restitución.
Después de todo, hay una razón por la que los espacios del movimiento guatemalteco están puntuados por aniversarios: días para recordar masacres y asesinatos, pero también fundaciones de organizaciones, decisiones judiciales exitosas, consultas comunitarias. Recordar algo cada año es una forma de hacer que ese saber pertenezca al colectivo, de practicar la importancia de algo muchas veces. Algo cambió para mí con este graffiti que le quita el poder al sistema judicial o a cualquier otra autoridad, y reconoce que ya está dentro del pueblo, que al recordar a sus muertos y su larga lucha por la justicia, mantiene viva su lucha y honra a sus abueles. La memoria es justicia: mientras no se les olvide, no habremos perdido.
Fotografía por: Act-Up. https://www.artecompacto.com/podcast-arte-activista-con-andrea-galaxina/
Y la segunda obra de arte: hay una famosa fotografía de un ACT UPper que lleva una chaqueta de cuero con su triángulo rosa (una subversión del símbolo utilizado para marcar a los homosexuales durante el Holocausto) y el mensaje que dice en inglés: “Si muero de sida no me entierres, tira mi cuerpo en las escaleres de la FDA”. La foto fue tomada por el activista y abogado William Dobbs en una acción ante la FDA en 1988, y la persona que lleva la chaqueta es el artista David Wojnarowicz. Esta imagen era algo que había visto antes de aprender realmente sobre el sida, y tiene un tono característico que muchas de las acciones basadas en el arte sobre el sida tenían: una insistencia en que la FDA responda por su letal inacción, pero también un rechazo al dolor ordinario.
Estoy muy agradecide por las capas de memoria que me llevaron a ver esta imagen: la persona que hizo y vistió la chaqueta (queriendo ser recordada), la persona que la fotografió, los muchos libros, revistas y sitios web que han reimpreso la fotografía para que forme parte de nuestra memoria pública. La chaqueta se hace eco de los “funerales políticos” públicos que los miembros de ACT UP empezaron a celebrar en los últimos años de la epidemia: una negativa a guardar luto en silencio, una invitación al público a unirse al luto y exigir acciones al mismo tiempo. Las lápidas de cartón y los “die-ins” que ACT UP utilizó al principio se convirtieron en verdaderos funerales: en una acción masiva en octubre de 1992, la gente arrojó las cenizas de los seres queridos que habían muerto de SIDA en el jardín de la Casa Blanca.
Foto de: ACT UP. Cartel de la Acción Cenizas de 1992.
“Let the Record Show” es la prueba de que la gente sobrevivió: Sarah Schulman y todas las personas a las que entrevistó están haciendo una importante labor de memoria al nombrar a sus amigues muertos. Escuchar sus recuerdos me ayuda a comprender mejor quién soy y qué quiero hacer en el mundo. Y una de las muchas lecciones de les organizadores guatemaltecos y de les familiares de los desaparecidos es que la memoria crea poder. No necesitan esperar a que ningún organismo externo -y menos aún el más corrupto de todos los sistemas judiciales corruptos- verifique su verdad. Ellos saben, porque recuerdan.
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