Ethan, Internacionalista 2024, escribió esta carta el 9 de octubre de 2024 después de una visita a ex presos políticos en Huehuetenango.

La Sierra de los Cuchumatanes extiende por 400 kilómetros atrás los departamentos de Huehuetenango y Quiché en el noreste de Guatemala, la cadena de montañas más altas en todo Centroamérica que no son volcanes. El nombre viene quizás del Mam cuchuj y matán, que significa “el lugar juntó con fuerza”, o quizás del Náhuatl kochomatlán, que significa “el lugar donde caza a los loros.”

En una tarde soleada en Septiembre, un grupo de 11 activistas, abogados y acompañantes organizado por la Asamblea Departamental por la Defensa del Territorio– Huehuetenango (ADH) salieron de la ciudad de Huehue en la carretera de montaña hasta el altiplano. Nuestro era la municipalidad de Santa Cruz Barillas, donde queríamos reunirnos con un grupo de ex-presos políticos que fueron criminalizados cuando estaban resistiendo la empresa de represas hidroeléctricas de España, Hidralia Energía. Ahora la represa no está funcionando, pero todavía hay cuestiones importantes sobre la tierra de la hidroeléctrica y la posibilidad de resarcimiento a los líderes indígenas que Hidralia difamó, encarceló y mató, tratando (sin éxito) de parar la resistencia.

Después de una hora, pasamos al Mirador Juan Diéguez Olaverri, nombrado por el poeta Guatemalteco quien fue exiliado a México por su oposición contra el presidente militar conservativo, Rafael Carrera. Una poema de 9 estrofas, que fue escrito en exilio, “A los Cuchumatanes” está escrito en nueve pilares alrededor del mirador:

Del sol desfalleciente
a la última vislumbre,
vuestra elevada cumbre
postrer asilo da:
cual débil esperanza
allí se desvanece:
ya más y más fallece,
y ya por fin se va.

En tanto que la sombra
no embargue el firmamento,
hasta el postrer momento
en vos me extasié

Muchas veces tras siglos, Los Cuchumatanes, y todos las montañas de Guatemala, hubieron sido un postrer asilo para los pueblos indígenas de Guatemala. El pueblo Maya Mam huyó aquí después de la ocupación de su capital, Zaculeu, por sus vecinos poderosos, los Quichés, en el siglo doce, y otra vez después del acoso y caída de Zaculeu al colonizador, Gonzalo de Alvarado, en 1525.

En el genocidio en Guatemala, los montañas fueron refugios para cerca delos 1.5 millón personas desplazadas. En el caso de genocidio Ixil, el testimonio de los testigios tiene esta patron: El ejército vino a nuestra aldea. Mataron a nuestros hermanos, hijos, padres, madres. Violaron a nuestras esposas, hermanas, hijas. Quemaron nuestras casas y milpas y animales. Fuimos a la montaña, donde nos quedamos por un año, dos años, quince años. En  los montañas era difícil: no había comida, recursos, y el ejército nos persiguió. Pero sobrevivimos.

Guatemala no es el único lugar donde las montañas hubieron sido el postrer asilo para los perseguidos– protegiendo a guerrilleros, refugiados, y otras poblaciones contra el imperio a lo largo de la historia. En la frontera entre México y Arizona, donde pasé un rato apoyando a migrantes cruzando el desierto con la organización No Más Muertes, las llanuras son llena de la migra, puestos de control, y murallas, entonces los migrantes cruzaron en las sierras, el desierto de Pajarito cerca de Arivaca, los montañas de Ajo más al oeste, o los montañas de Baboquivari que son sagrados al pueblo Tohono O’odham.

En los primeros libros de la Biblia, cuando el pueblo de Israel todavía era una tribu nomádica, las montañas fueron lugares de encuentros sagrados: Abrahán, parado en sacrificar su hijo en la montaña Moriah, el Torá dada en la montaña Sinaí, Moises enterrado en la montaña Nebo. Pero después de que el pueblo de Israel coloniza, crece en poder, y establece un reino, de repente las montañas son amenazas contra el orden establecido, “lugares altos” que deben ser destruidos.

Mientras continuamos nuestras conversaciones y avanzamos más profundo en las montañas, es claro que por aquí todo no está bien. Los profetas del Libro de Reyes no son los únicos que quieren destruir los lugares altos. En Cuilco, al oeste, un grupo de refugiados mexicanos cruzó la frontera huyendo de los narcotraficantes. En San Mateo Ixtatán, 30 minutos lejos de Barillas, el Ministerio Público declaró 70 órdenes de captura contra defensores de tierra que están luchando contra una represa allá. En Chiantlas, 45 minutos al norte de Huehue, una nueva empresa está explorando una nueva mina. “Son monstruos,” señaló uno de los líderes de ADH, “van a molestarte, a denunciarte, a matarte– no pueden darles un metro, porque van a hacer cualquier que sea necesario paro sacar los que son obstáculos en su camino”

Mientras paramos por un café cerca de Santa Eulalia– me doy cuenta que no estoy exactamente seguro que este grupo de organizadores, acompañantes, y abogados qué puede hacer para detener las empresas internacionales, el poder de imperio y capital que quieren desviar a los ríos y explotar a las montañas. Pero, el grupo de ex-presos políticas con quién vamos a reunirnos, hizo exactamente eso: después de una consulta comunitaria  que dio como resultado 46,000 a 9 contra la represa, y casi un década de conflicto, criminalización, y matanza, los organizadores apelaron al Banco Mundial a dejar de financiar la represa por sus violaciones de derechos humanos, y hoy el Río Cambalam fluye libremente, proviniendo agua que el pueblo maya Q’anjob’al pueden cultivar su maíz y calabaza, como han hecho por siglos.

Extrañando los Cuchumatanes, el poema de Olaverri continua:

En alas del deseo,
por esa lontananza,
mi corazón se lanza
hasta mi pobre hogar
¡Oh, dulce madre mía,
con cuanto amor te estrecho
contra el doliente pecho
que destruyó el pesar!

Mientras regresamos al camión y continuamos nuestro viaje a Barillas, pienso en porque Olaverri pude sentir tan anhelo por las montañas que soñó de estrecharlos contra su pecho: Porque hay algo en lugares altos como los Cuchumatanes, rudo e indómito, que provee refugio contra la implacable agresión del imperio y un santuario para las personas y cosas migratorias, perseguidas, y sagradas.